“EL
GATITO SATURNINO”
Hace muchos años, había una aldea donde todos eran felices, hasta que llegó
un día en que la felicidad se acabó. Todos los matrimonios jóvenes se fueron
marchando a la capital, en busca de otra vida que no fuera la del campo.
Aquel día se fue el último matrimonio, con su niña Adelita, de cuatro años.
Adelita padecía una enfermedad extraña. Se moría de tristeza, al no tener
con quien jugar. Dejó de comer, dejó de hablar y ya no quería levantarse de la
cama. Sus padres, Jerano y Mary, decidieron llevarla al médico y el diagnóstico
fue claro: No tenía enfermedad alguna. Solo se moría del aburrimiento. Si no se
la llevaban a donde hubiera niños, se moriría de tristeza.
No se lo
pensaron dos veces. Cargaron las alforjas del burro con lo necesario y se
marcharon a la capital.
Cada día la llevaban a un parque cercano a jugar con los niños. Día a día se le notaba más la mejoría.
Pasó un año y los habitantes de la aldea vieron venir un burro con tres
personas allá a lo lejos. Corrieron a tocar la campana de la iglesia, para
avisar a todos de que había novedades, que se reunieran en la plaza de la
iglesia.
Llegaron todos, habían dejado de hacer todas sus labores, pues por el
pueblo casi nunca pasaba nadie. Cuál fue su sorpresa cuando vieron volver a la última
familia que se había ido.
Después de los saludos de rigor y las muestras de alegría, Jerano explicó
que la niña estaba enferma por la polución de la ciudad. La hacía ahogarse y el
médico le había recomendado los aires de la montaña. Se instalaron otra
vez en casa y, esta vez, para bien. No le dio tiempo a Adelita de aburrirse.
Uno de
los días escuchó Mary a la niña llamarla a gritos. Así que fue donde estaba Adelita y vio como esta le señalaba el pilar de la cancela:
- ¡Mamá, ahí arriba hay un gatito llorando! ¡Cógelo, cógelo! Que tiene
hambre, que el llanto es de hambre.
-Bueno, bueno…
Pero el gatito gruñó con un peculiar sonido:
-FUUUUUHH
-No puedo cogerlo. Vamos a traerle leche.
El gatito se la tomó, se tumbó panza arriba y se quedó dormido. Adelita lloraba, mientras decía que lo quería coger.
-Bueno- dijo su madre- sube tú que yo te sujeto la escalera.
Adelita subió y lo acarició, primero la cabeza, luego las patitas. Hasta
que el gatito le lamió la mano y se subió encima de ella. Momento que aprovechó para cogerlo y bajar con él de la escalera.
-Mamá, vamos a ponerle un cojín cerca de la chimenea, para que Saturnino
sepa que en casa tiene un sitio.
-¡Ah!- Exclamó su madre- ¿Se llama Saturnino? ¿Es que lo conocías?
-No, pero tiene cara de llamarse así.
Pasó el tiempo y se hicieron grandes amigos. Saturnino se convirtió en un
gran gato.
Un día, Mary le dijo a Adelita que trajera un tronco para la chimenea… El
gato se subió en la pila de leña y, cuando la niña fue a coger uno, se
erizó y comenzó a gruñir con su peculiar sonido. Adelita se asustó. Gritó
tanto que su madre acudió.
Al ver que el animal no le dejaba coger el tronco, se dio cuenta de que pasaba algo. Cogió la escopeta de su marido y disparó
hacia los troncos. Vio con horror cómo salía una enorme víbora. Rápida le
pegó un tiró y la mató.
Saturnino salvó a Adelita de una mordedura mortal.
Desde entonces, cada año celebraban con Saturnino el día que lo
encontraron.
-Inspirado en mis memorias-