miércoles, 26 de noviembre de 2014

Premio de 1º de ESO del certamen literario sobre la Infancia

Luna García Pavón, 1º C 

SUEÑOS INTERMINABLES

Érase una vez una familia formada por una madre sencilla, un padre  muy trabajador y su encantadora hija Elizabeth de seis años. 



Todos los días Elizabeth volvía del colegio,  jugaba en el parque, entraba en su casa, comía y hacía los deberes.

Un buen día fue al parque y jugando se cayó. 



Se hizo mucho daño así que llamó a sus padres y la llevaron al médico. Desde entonces Elizabeth notó que le pasaban cosas muy raras a todos los de su alrededor. 

Al día siguiente no le sonó el despertador, ni la avisó su madre. Se vistió corriendo, desayunó y se marchó. De camino al colegio iba pensando por qué su madre no le había dicho nada y por qué tenía esa cara de malestar y cansancio.

En el colegio todo era muy extraño también. Le saltaron de la lista y nadie le pidió los deberes. En el patio nadie le hablaba  y se quedó sola. Pensó que era una broma de sus amigas. Cuando  terminaron  las clases  todas sus amigas se fueron sin decirle ni una palabra. Esperó y esperó, pero nadie vino a recogerla. Seguro que sus padres se habrían olvidado de ir a buscarla.

Llegó a su casa y no la saludaron,  tampoco le prepararon la comida. Su madre salió de casa y su padre se fue a trabajar. Elizabeth subió  las escaleras corriendo y entró en su cuarto dando un portazo. Del mismo golpe, tiró un libro raro y curioso que había en la estantería. 



Empezó a leerlo con los ojos llenos de lágrimas, pero a medida que iba leyendo sus lágrimas fueron desapareciendo. No salió de su cuarto en toda la tarde y tampoco bajó para cenar. Por fin se apoderó el sueño de ella.

Se despertó muy animada. La oportunidad  era perfecta para que sus padres le hicieran caso ya que era  su cumpleaños. Sin embargo, tampoco  se lo  hicieron .



No pasó nada, ni fiesta, ni felicitaciones, ni regalos. Así que por la noche se tumbó en el patio de atrás mirando las estrellas y notando el viento que movía el césped, el cual no se cortaba hacía mucho tiempo. Deseó ser un pájaro para salir de ese mundo volando. Elizabeth se quedó totalmente dormida.

Cuando empezó a amanecer entró en su casa, fue hacia su cuarto y cogió una maleta donde metió toda su comida, su libro y sus ahorros. Bajó las escaleras, abrió la puerta y se marchó. Corrió y corrió hasta que las piernas le empezaron a temblar, se sentó en un bordillo y empezó a leer hasta que los ojos se le cerraban. Siguió andando hasta que los pies le quemaban.



Pasó ese día y volvió a su casa, cansada de andar, correr y leer. Antes de entrar se sentó en el banco de afuera  y se quedó mirando al cielo cansada de respirar. Salieron su padre y su madre con la cabeza agachada y la mirada vacía. Elizabeth empezó a gritarles y a decirles todo lo que se le pasaba por la cabeza, pero ellos no levantaron la mirada. Se montaron en el coche y se fueron.



La niña salió corriendo detrás del coche. No podría perderse porque toda la barriada  iba hacia el mismo sitio. Cuando llegó se sorprendió porque todos estaban en el cementerio.
Se acercó y vio a sus padres al lado un pequeño  ataúd. Se asomó y había una niña con una herida en la cabeza. Elizabeth comprendió todo horrorizada. Desde el día que se cayó en el parque…, jamás volvió a despertarse.



FIN



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